Club Taurino de Pamplona
Un año más en la histórica revista del Club Taurino de Pamplona, el artículo de José Luis Cantos Torres. En este ejemplar el protagonista ha sido el célebre torero violinista, Manuel Granero Valls, “Nacidos para cumplir un destino”, un inaudito escrito extraído de la investigación que revela su libro: “Manuel Granero Valls, La huella de una vida”.
NACIDOS PARA CUMPLIR UN DESTINO
Este año 2022, se cumple un siglo de la muerte de Manuel Granero Valls, en las astas del toro Pocapena de Veragua. Dos protagonistas históricos, que nacieron para cumplir un destino en una aterradora escena final. Una secuencia que desde las sombras más profundas de sus separadas vidas, fue dando señales silenciosas, que ambos seres acabarían unidos por una dramaturgia abominable y de consecuencias fatales. Esto que comento, para muchas personas radicalmente escépticas podría parecer una absurda barbaridad, pero en la investigación que tuve que llevar a cabo para documentar mi último libro, “MANUEL GRANERO VALLS La huella de una vida”, me demostró que nada sucedió sin ser anunciado con antelación y detalle.
Las primeras señales imperceptibles que recibió el xiquet del barrio del Pilar, fueron en formato de sainete teatral, con la obra Poca Pena que creó Ramón Asensio Mas. Su puesta en escena en el desaparecido Teatro Ruzafa de Valencia, sedujo la simpática sonrisa del joven Manolet de catorce años. Después, el funesto presagio lo representó una sombría pesadilla, que a Manolín se le repetía constantemente, donde un morlaco cárdeno con mucha arboladura (rasgos del toro Pocapena), lo enganchaba en una plaza de importancia, lo abatía y le daba una cornada en la cara, despertando del mal sueño con una violenta exaltación. Más tarde en la plaza de toros de Ciudad Real, el destino planeó sin que se supiera su primer atentado. En esa función, se enchiqueró un sexteto de Veragua donde Pocapena quedó sorteado para el torero violinista. La conjura no dio resultado porque la insolvencia monetaria de la empresa, hizo que el festejo se suspendiera instantes antes de dar comienzo. Y como si todos estos augurios no fueran suficientes, para principios del año 1922 en el mencionado Teatro Ruzafa, se rotuló en el mismo cartel y para la misma función, dos obras teatrales, una fue Poca Pena y la otra Granero-Club, una función con guion taurino.
Y tras unos años de sordos auspicios proféticos, llegó el fatídico 7 de mayo del 22. Ese día soleado y con buena temperatura, en el ruedo de la Ninfa de la Fuente del Berro, el avieso destino aplicó la despiadada sentencia de sus designios. Cuando el veragüeño prendió a Manuel al intentar dar un pase por alto, su inquina por cumplir su cometido, no pudo ser remediada por nadie. Todo su poder fue canalizado para acabar con la promesa taurina, más luminiscente que tenía el escalafón desde la desoladora muerte del Coloso de Gelves. Hasta en tres ocasiones embistió el cuerpo de Manolito, no le importó estar rodeado de hombres desesperados, que intentaron por todos los medios a su alcance, que dejase el desfallecido cuerpo de Manuel, Pocapena nació para cumplir un propósito y lo consiguió a la vista de un gentío que enmudeció de espanto.
Posteriormente a la ominosa tragedia, en numerosos y diversos recortes periodísticos, se fue revelando la sigilosa trama que unió dos nombres y un destino, aquel que acabó una tarde de mayo sobre el escenario de la antigua plaza madrileña, apagando para siempre la existencia de un torero, que había esbozado una nueva etapa de la historia taurina, donde un estilo más depurado y una maneras más estéticas, daban colorido a nuevas líneas de atención plástica.