EL MOLDE DEL TOREO

Un fugaz viaje a Calanda, Alcorisa y Molinos (Teruel), nos ha permitido a mi mujer Sonia y a mí, descubrir el bajo Aragón y conocer el molde de donde salen los toreros actuales, Las Escuelas Taurinas.

Después de visitar la preciosa plaza de toros Calanda y comprar en una cooperativa una suculenta caja de melocotones calandinos, en los bajos de la imponente plaza de Alcorisa, comimos en compañía de los miembros de la Peña Nicanor Villalta y de los componentes de La Escuela Taurina Nimes/Cataluña, entre los que se encontraban su director don Manuel Salmerón, el fotógrafo Juan de Dios Jiménez y los alumnos Manuel de Reyes y Cristian Alfaro. También habían muchos simpatizantes y amigos, como el excelente banderillero Luis Cantero, y el presidente de la Club Taurino de Sant Boi,  José Sevillano y el aficionado Pepe Vicente Lapuente con su mujer Ángela.

Ya en Molinos, con alta temperatura se inició el festival. Hubo buena entrada con numeroso público infantil, para mi sorpresa. A causa de la canícula, los presentes lucieron muchos paraguas, gorras y abundantes sombreros para suavizar la deflagración solar.

Dos utreros y un eral de capa negra, bien presentados pero de escasa fuerza, de Adell Piquer, se repartieron Manuel de Reyes, Marta Borao (Escuela taurina de Córdoba) y el joven Cristian Alfaro, que estuvieron auxiliados por los notables banderilleros Carlos Pérez, Luis Cantero y el primer aficionado que ha presidido una corrida de toros, Juan Molina.

A Manuel de Reyes le tocó un utrero con muchos pies de salida, que correteó y remató bien en las troneras, pero tanto furor se apagó pronto y entonces vinieron los continuos desplomes del animal, desvirtuando así las buenas maneras de Manuel. El alumno catalán persistió en sacar faena, consiguiendo momentos lúcidos con la escarlata. Se desplantó con airosa gallardía y sufrió un par de achuchones de los que se incorporó, como si la cosa no fuera con él.

Marta Borao de Teruel, pero estudiante de La Escuela taurina de Córdoba, se encontró con un bicho pegajoso, tobillero, que le hizo aplicarse para domeñar la embestida. Mostró ademanes toreros y dejó pasajes y maneras que perfiladas pueden dar muchos destellos.

Cristian Alfaro se las vio con un elemento que por el izquierdo no quería conversación, el jovenzuelo lo intentó, pero su interlocutor le contestaba con insolencias y gestos cargados de violencia. Por el derecho pudo entablar mejor charla, no sin que el animal le soltara algún taco de vez en cuando. Por las casualidades de la oración, hubo una serie por ese lado derecho (la mejor de la tarde), que fue un poema de cadencia y temple, mucho compás en la fusión visual.

Por último, resaltar el incansable y sabio estar del banderillero Carlos Pérez y el muleteo que interpretó Juan Molina con el novillo de Manuel de Reyes, cuando este acabó su faena. 

Esto fue lo que dio de sí el Festival de Molinos, un ilustrativo molde donde se ve el titánico trabajo que realizan las Escuelas Taurinas, sobre todo la de Cataluña, donde su pasión cobra un mérito extraordinario por las causas que todos ustedes conocen.

José Luis Cantos Torres

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